No hay ofensa mayor que un niño se muera de hambre. Es imperdonable en un mundo donde la producción de bienes y servicios va en aumento.
No hay ofensa mayor que un niño sea abusado sexual y emocionalmente.
Parece que el Papa siente "vergüenza y remordimiento" por los numerosos abusos que realizaron sus vasallos. Para los que han ofendido, la iglesia los castiga con "oraciones y penitencias".
No tiene perdón.
Que se haya intentado ocultar los delitos para que la Iglesia no quede mal parada, no tiene perdón. Que durante decenas de años, los supuestos guías espirituales hayan abusado de la confianza de creyentes y ahogado sus penas sexuales en niños y niñas indefensos, no tiene perdón. Que después de conocido el abuso, siguieran en la misma ciudad que sus víctimas, que los padres de sus víctimas en un ejemplo vergonzoso de falta de justicia e impunidad, no tiene perdón. Que recién ahora la Iglesia y el Sumo Pontífice reconozcan la responsabilidad de sacerdotes en abusos cometidos en Irlanda, no tiene perdón. Que la Iglesia y el Sumo Pontífice sigan haciéndose los idiotas ante la responsabilidad en el abuso de niños y niñas en Alemania, Holanda, Suiza y Austria, no tiene perdón.
Mientras tanto las iglesias están ornamentadas elegantemente, ostentando las ganancias del negocio más rentable en la historia del hombre: la fe.
Mientras tanto se mueren niños y niñas de hambre en todo el mundo. Para esos niños no existe dios, ni sacerdotes, ni iglesias, ni papas (afortunadamente).
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