domingo, enero 31, 2010

A mi padre...

Amaba los caballos. Nos contaba historias fantásticas de su tiempo de joven, en tiempos de troperos. De su relación de amistad con un caballo especial. Un caballo negro como la noche, negro como su piel negra. Nunca supimos si sus cuentos eran verdaderos. Sólo sabíamos de su innegable amor por los caballos.
Un día, estando ya en la ciudad, lo vimos pasar corriendo por el salón y al paso decirle a mi madre "Escucho a mi caballo". Salimos a ver qué sucedía y por la calle 12 de octubre, en la ciudad de Rivera, pasaba un hermoso caballo negro, con el andar más bello que vi en un caballo. Era el corcel de mi padre. Lo había vendido porque había que venirse a la ciudad...

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