No cuento los dedos de la mano, cuento las lágrimas que caen del cielo en Berna: suaves, esponjosas, heladas que caen sobre mi rostro. Un cuervo negro se posa sobre el árbol sin ramas. Negro sobre blanco. Sacude de tanto en tanto sus alas y retoma su vuelo. El pájaro es mi alma y el árbol mi viejo y cansado cuerpo.
domingo, febrero 19, 2012
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