Laforgue es poeta “raro” en su tiempo. Se le clasificó entre los decadentes, grupo muy interesado en el pesimismo filosófico de Arthur Schopenhauer. A través del filósofo alemán, Laforgue pasará a empaparse de orientalismo budista. También se vio muy influido por el romántico alemán Heine y por su profesor, el historiador Taine, con quien llegará a polemizar.
Todos estos elementos contribuirán a un discurso poco o nada canónico. Laforgue huye siempre de la coherencia y la univocidad. Su obsesión con la muerte y el aburrimiento (el spleen de Baudelaire) le conducirá a insólitos experimentos lingüísticos en los que mezcla la ironía con la frase corriente y coloquial, incluso el balbuceo, la pausa discontinua. Toda su poesía, además, se halla repleta de exclamaciones e interjecciones, lo que se traduce en un ritmo entrecortado e intimista de gran fuerza.
Sus imágenes y metáforas son igualmente extravagantes. Saltan a sus versículos constante y transfiguradamente la luna, el sol, los domingos (elaboró una serie completa de poemas con ese título: el simbolismo del dolce, o no tanto, far niente), a la vez que las letanías e invocaciones marianas. Y todo ello, como decimos, impregnado de un sutil retintín autoparódico, extraño en su época, pero que luego sería muy apreciado e imitado entre los poetas y novelistas del siglo XX.
LAMENTO DE OTRO DOMINGO
Era un paisaje de octubre con viento,
que golpea, hoy domingo, la ventana
y su celosía de estilo ya fuera de uso,
de la que cuelgan un par de polainas
manchando el paisaje, con siluetas blancas.
Un ocaso mal hecho que expone lo lívido;
el rincón de una lavandería de sucias tejas;
en medio, Val-de-Grâce preside y se muestra;
cinco árboles juguete de algunas ráfagas
vetean un cielo inundado de vendas.
Luego, esqueletos de glicinas deshilachadas
presas de ráfagas más sosegadas.
¡Oh días monótonos!, ¡oh fragmentos de tela!
Bastante muestran las glicinas
enroscando su agonía en las hebras.
¡Ah!, ¿qué es lo que hago aquí, en este aposento?
Versos. Y más tarde, ¿qué? ¡Sórdida babosa!
¡Cómo! La vida es una, y tú, bajo esa escafandra,
te repites siempre con eternos cuentos.
¿Siempre habrás de ser quien vigile esta estancia?
Fue un paisaje de octubre al viento...
Jules Laforgue
Era un paisaje de octubre con viento,
que golpea, hoy domingo, la ventana
y su celosía de estilo ya fuera de uso,
de la que cuelgan un par de polainas
manchando el paisaje, con siluetas blancas.
Un ocaso mal hecho que expone lo lívido;
el rincón de una lavandería de sucias tejas;
en medio, Val-de-Grâce preside y se muestra;
cinco árboles juguete de algunas ráfagas
vetean un cielo inundado de vendas.
Luego, esqueletos de glicinas deshilachadas
presas de ráfagas más sosegadas.
¡Oh días monótonos!, ¡oh fragmentos de tela!
Bastante muestran las glicinas
enroscando su agonía en las hebras.
¡Ah!, ¿qué es lo que hago aquí, en este aposento?
Versos. Y más tarde, ¿qué? ¡Sórdida babosa!
¡Cómo! La vida es una, y tú, bajo esa escafandra,
te repites siempre con eternos cuentos.
¿Siempre habrás de ser quien vigile esta estancia?
Fue un paisaje de octubre al viento...
Jules Laforgue
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