jueves, noviembre 03, 2011

El loco del bar


Berna sigue siendo una ciudad que me despierta las incontenibles ganas de salir corriendo al aeropuerto y volver a Uruguay. Sí, es verdad que es una ciudad hermosa, como todas las bien conservadas ciudades medievales, que además de bellas casas con flores en sus balcones, cuidadas plazas, limpias calles, organizados y puntuales sistemas de transporte, sensación de seguridad en las calles, etc., etc., etc. Para resumirlo, digamos que ya no tienen nada que perfeccionar ni solucionar.Todo es perfectito, pero le falta el calor humano y cuando una sociedad no se conecta entre sí de forma afectuosa, todo lo demás termina siendo un hermoso florero sin flores sobre la mesa.

La gente parece estar acostrumbrada a vivir aquí, pero en una semana y media he visto más locos hablando solos por la calle que en Uruguay. En particular, me cae bien ese señor canoso, de nariz grande y rostro peculiar, que va sólo a tomarse unas copas en Desperado y que mantiene entretenidas conversaciones con sus otras personalidades. Es un esquizofrénico feliz, a diferencia de los otros que andan por ahí, este señor disfruta de sus charlas con él mismo y sonríe permanentemente con algún chiste o comentario picarón que se hace. Me lo presentó el mozo argentino que trabaja en el Bar, su apretón de manos casi me quiebran los dedos y su mirada no estaba en la mía, estaba perdida en su propio mundo y que, seguramente, no le interesaba compartirlo conmigo. Va cada noche, se sienta en el mismo lugar, bebe sus tragos tranquilos, charla y se ríe durante horas. No sé su nombre, aunque me lo presentaron y más que decirle un "angenehme", no supe su nombre. Los mozos le dicen "El loco".

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