Hazme un lugarcito
a lengua de distancia
del cántaro agridulce
que enjuaga tu alma en mi boca.
Allí donde milagrosamente he sido
esclavo y guerrero.
Allí donde en ocasiones he ansiado quedarme
a beber
eternidad.
Hazme un lugarcito entre las piernas y el espíritu:
allí donde he saboreado
la humedad
de lo que lame tibio
de lo efímero
de lo que dulce sabe
como un jugo de uva que el azar derrama de la mano
al espejo
y de allí al sueño de un dios
perdido
en el tiempo.
Hazme un lugarcito.
Aunque el miedo nos conduzca
por diferentes enigmas.
Aunque la alteridad a veces
excite
y en ocasiones corrompa,
el espíritu del otro,
lo igual del otro
lo uno.
Si pudiésemos padecer la eternidad
no haríamos trampas.
Ni el uno ni el igual tendrían sentido.
A la hora de la verdad el otro somos.
La imagen de Dios nos unifica.
La finitud. La palabra.
Pero jamás haremos
dos idénticos de lado.
Ni siquiera llorando juntos haremos
dos idénticos de lado.
El miedo nos conduce por diferentes enigmas.
Hazme bella en silencio
un lugarcito
apenas un lugarcito
a un lado del río de vodka.
Un lugarcito apenas
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